Nuestra Historia ❤️
Como cualquier otra mujer, con una vida profesional que me llenaba, encontré el amor en un hombre que se ganó mi corazón. Juntos, soñamos con formar un hogar, y mi mayor anhelo siempre fue ser madre. Intentamos durante dos años, y a pesar de los pronósticos médicos que indicaban que tal vez no sería posible, nuestra fe nos mantuvo firmes. Recuerdo que en mis oraciones le pedí a Dios con todo mi ser que me concediera el privilegio de ser madre, y le prometí que entregaría todo mi amor y dedicación si me daba esa bendición.
Finalmente, cuando tuve a mi bebé, los primeros años fueron maravillosos. Aunque a veces se sentía difícil, pensaba que era parte de ser madre primeriza. Sin embargo, al llegar la etapa escolar, comencé a notar que algo no estaba bien. Empezamos a visitar médicos y seguimos cada instrucción al pie de la letra, dándole a nuestra hija el mejor cuidado posible. Mi esposo y yo siempre nos esforzamos por darle lo mejor. A medida que los diagnósticos avanzaban, las preocupaciones crecían, y la situación en el colegio se volvía una pesadilla. Siempre eran llamados de atención, recomendaciones, castigos, pero nada funcionaba.
Con el tiempo, nuestra hija fue retirada de seis colegios. Pensamos que pagando colegios costosos podríamos solucionar el problema. El último colegio al que asistió, uno de los más caros, también terminó por rechazarla. Recuerdo ese día de mayo como si fuera ayer. Mi hija, cansada de ser señalada, me pidió que oráramos juntas. Le permití hacerlo sin saber que esa pequeña oración cambiaría nuestras vidas para siempre.
Ver a mi hija, tan pequeña, arrodillarse y juntar sus manitas para orar me partió el corazón. ‘Papito Dios’, dijo con una inocencia desgarradora, ‘yo te pido que me lleves al cielo contigo, porque no sé cómo llegar. Yo ya entendí que nunca seré una niña buena, y no quiero seguir aquí para hacer sentir mal a mis papitos. No quiero hacerlos sufrir’.
Esa pequeña oración cambió mi vida para siempre. Me di cuenta de que había estado enfocada en que mi hija encajara en un mundo que tal vez no estaba diseñado para ella. Ese día tomé la decisión de enfrentar el mundo por mi hija. La desescolaricé y comencé un proceso de estudio, buscando alternativas en otros países para tratarla sin que la carga fuera insoportable para ella. Aprendí que no era mi hija la que tenía que cambiar para encajar en el mundo, sino nosotros como padres, y la sociedad, los que debíamos transformarnos para que ella estuviera bien.
Con el tiempo, empecé a encontrar a otras personas que vivían situaciones similares, y mi corazón de madre me decía que debía ayudar también a esas familias. Así fue como, con los años, esa lucha personal se convirtió en la Fundación ‘Yo amo a alguien con TDAH’. Hoy, ayudamos a cientos de niños y familias a comprender que no se trata de encajar, sino de encontrar la felicidad siendo quienes somos.
Juntos, estamos creando un mundo donde cada persona con TDAH es valorada, comprendida y amada por quien es.